El espíritu competitivo del ser humano, gracias al cual es posible que hayamos llegado hasta donde estamos en la larga marcha de la evolución, parece estar más arraigado en los genes que el hecho racional de entender que esfuerzos similares deberían llevar emparejadas recompensas similares, sin importar demasiado quién haya llegado ligeramente antes.

Javier Cacho Gómez, Amundsen-Scott: Duelo en la Antártida

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